viernes, 17 de octubre de 2008

LOS ROSTROS DE LA VIOLENCIA CONTRA LA FEMINIDAD

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Una consecuencia del sistema perverso de libre mercado, que actualmente se desmorona por todas partes, son los diversos rostros que toma la violencia. Las personas no son cosas que se transan en el “mercado” y nadie tiene derecho a ver a sus semejantes como una suerte de “producto” sobre el cual se tiene control. Algunos de los rostros de la violencia son tan sutiles que nos acostumbramos fácilmente a ellos e incluso los aceptamos sin cuestionar. Todo esto se refleja sobre los miembros más vulnerables de la población.

Culturalmente, el hombre chileno es un inválido emocional y confunde hombría con maltrato. Las formas más vergonzosas y cobardes de violencia se manifiestan de muchas maneras sobre las mujeres. Además de la violencia física, tenemos violencia psicológica y violencia sexual.

La antesala de la violencia sexual es la pornografía. Todo lo que implica la venta de sexo es pornografía, por muy “blanda” que se quiera presentar. Desde este punto de vista, no nos engañemos, los “inocentes cafés con piernas” son pornografía, de la misma forma que lo son las revistas de desnudos o las películas. Como todas las cosas en la vida, lo más pernicioso, degradante y que nos vulnera sin darnos cuenta, son aquellos aspectos que gradualmente penetran en nuestra psique, figurándonos como aceptable hasta las cosas más tremendas.

Así se comienza, poco a poco, hasta llegar a la reducción de la mujer a un cuerpo a ser penetrado. Para aceptar la prostitución como algo “natural” o como “el oficio más antiguo...”, como repiten (y justifican) muchos tontos, hay sólo un paso. La prostitución femenina es violencia pura y simple en contra de la mujer. Es una vergüenza y una lacra. Degrada tanto a la feminidad como la masculinidad. Creemos que todas las cosas son un producto y seguimos el juego a los intereses económicos que están detrás, dejándonos guiar por nuestras pulsiones más primarias carentes de todo afecto.

Finalmente, por acción u omisión, todos somos responsables y culpables. Igual que los viciosos o drogadictos, el primer paso es darse cuenta. El segundo, es actuar en consecuencia.

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